LA CIUDAD Y CULTURA 2015 - PAISAJES VELADOS: EL DARRO BAJO LA GRANADA ACTUAL


El devenir de la ciudad en su crecimiento y desarrollo genera trazas morfológicas reconocibles de su historia de forma parecida a como los anillos muestran en un tronco la edad del árbol. Ampliaciones o regeneraciones que tienen como directriz, en no pocas ocasiones, acontecimientos singulares que dejan su impronta y líneas maestras en el urbanismo vividero, tangible y sensitivo.

Intervenciones que transforman la fisonomía y la escena urbanas, que trastocan el fondo y la figura alterando las escalas y, por consiguiente, la percepción de los marcos y referencias cotidianos; provocando como resultado último y perdurable, una variación del imaginario colectivo.

Es, por efecto de estas transformaciones materializadas en pos de intereses variados, por lo que surgen en ocasiones paisajes residuales que podrían entenderse como «no-lugares, espacios en el anonimato» 1 en el sentido descrito por Marc Augé, al perder en cierto modo, su identidad forjada por la historia para mutar en emplazamientos suspendidos en el tiempo y desprovistos de su ser anterior.

Es interés de esta comunicación tratar uno de estos cambios urbanos singulares: la cubrición del río Darro a su paso por el centro de Granada y su presencia latente bajo el urbanismo actual. Transformación apoyada en una construcción ingenieril singular que modificó la imagen y experiencia perceptiva de ese entorno más allá de lo puramente físico para propiciar cambios ambientales y sociales. Ocultamiento que supuso el origen de un paisaje velado, el río bajo el asfalto, que defendemos como interesante en sí mismo por estar sumido en un estado expectante tras la interrupción de su ser en la ciudad y adquirir, en su olvido, una capacidad evocadora y un potencial perceptivo sugerente para ser experimentado desde la vivencia cultural y de ocio.

Quizá el río Darro sea en este momento un no-lugar por oposición a la idea de lugar, la cual se sustenta en la interacción y en la identificación de los habitantes con él a través de las experiencias perceptivas, sensoriales y afectivas; es decir, un lugar se vive, se experimenta y se tiene la sensación de pertenencia en él. Algo que actualmente no sucede en éste.

Llegados a este punto, y salvando las diferencias conceptuales que puedan existir, cabría mencionar los terrain vague 2 que defendía Ignasi de Solà-Morales como lugares de oportunidad,

1. Marc Augé, Los no-lugares. Espacios del anonimato, Barcelona, Gedisa, 1994.

2. Terminología acuñada por el arquitecto catalán Ignasi de Solá-Morales (1942-2001) para referirse a espacios residuales, indefinidos y aparentemente olvidados en la ciudad contemporánea.

olvidados, indefinidos… y que pueden tener su reflejo en este río intuido en penumbra, ausente en el corazón de la ciudad y excluido del espacio existencial de numerosas generaciones.

«Son lugares aparentemente olvidados donde parece predominar la memoria del pasado sobre el presente. Son lugares obsoletos en los que sólo ciertos valores residuales parecen mantenerse a pesar de su completa desafección de la actividad de la ciudad. Son, en definitiva, lugares externos, extraños, que quedan fuera de los circuitos, de las estructuras productivas. […] Sus límites carecen de una incorporación eficaz, son islas interiores vaciadas de actividad, son olvidos y restos que permanecen fuera de la dinámica urbana» 3.

1. Ejes fluidos, el agua en la creación de lugar

Aludiendo de nuevo a la percepción sensorial y afectiva como fundamento para que un espacio sea considerado un lugar y entroncando con el antiguo concepto romano del

«genius loci», Christian Norberg-Schulz 4, plantea que cada lugar posee su propio «carácter» o «atmósfera» que lo dota de identidad, que le da un sentido propio 5. En consonancia con ello, la presencia del agua en las ciudades es parte esencial de ese carácter o atmósfera y, en el caso de Granada, el río Darro descubierto lo era.

Desde los primeros asentamientos y creación de las ciudades, los factores perceptivos, emocionales, ambientales y funcionales han sido anclajes esenciales para el arraigo en el territorio y la presencia del agua, por aglutinarlos todos, era un aspecto irrenunciable que ha ligado la comunidad con el entorno y ha propiciado el desarrollo económico y la consolidación social.

Los ríos como ejes vertebradores y directrices estructurales han sido objeto y punto de partida para el cambio y revitalización urbana, tanto en el urbanismo más reciente como en el de épocas anteriores. Como ejemplo de ello las grandes ciudades que tienen en los ríos que las cruzan sus elementos morfológicos principales. ¿Se entendería Londres sin el Támesis o El Cairo sin el Nilo?

Igualmente los cauces han sido prioritarios en las actividades económicas de las ciudades y, por ello, la necesidad real de su integración y mantenimiento. Sin embargo, el Darro pese a su evidente función como lugar común de las actividades artesanales asentadas en sus márgenes desde antaño, no pudo competir con la idea progresista de ciudad que imponía los nuevos tiempos decimonónicos, en los que se ocultaba lo vergonzante o arcaico.

2. La vía sobre el río: el ocultamiento del Darro en Granada

Como indicaba el historiador Javier Píñar 6 con motivo de la exposición «Dauro, un río en la imagen de la ciudad» 7, el Darro es un río humilde en comparación con otros cauces

3. Ignasi de Solà-Morales, «Terrain Vague», en Ignasi de Solà-Morales, Territorios, Barcelona, Gustavo Gili, 2002, pp. 181-193.

4. Christian Norberg-Schulz (1926-2000), arquitecto y teórico del espacio.

5. Christian Norberg-Schulz, Genius loci. Paesaggio ambiente architettura, Milán, Electa, 1979.

6. http://www.ideal.es/granada/20090403/cultura/hizo-calle-20090403.html

7. Carlos Sánchez et al, Dauro, un río en la imagen de la ciudad, Granada, Caja Granada y Fundación Emasagra, 2009.

urbanos por excelencia, del Tíber romano al Sena francés, del Guadalquivir cordobés y sevillano al Tajo de Toledo, pero es un río que «hace ciudad» y pese a su relativamente corto recorrido desde su nacimiento hasta su confluencia con el río Genil, cruza uno de los tramos más importantes de Granada y ha sido eje de desarrollo de la misma hasta épocas no tan lejanas.

Fue fundamentalmente en el siglo XIX cuando el río es visto como una barrera para las aspiraciones progresistas de una burguesía ansiosa de modernidad. Por ello, fue objeto de una de las grandes reformas ejecutadas en la ciudad bajo la bandera del higienismo, la salubridad pública y el ornato urbano y con las igualmente importantes intenciones de revalorización del suelo de la zona, de construcción de nuevos edificios para el establecimiento de comercios y de solución de los recurrentes desbordamientos del río, sin éxito como se demostró posteriormente 8. Esta intervención alteró la estructura urbana del centro de la ciudad que hasta entonces había vivido volcada a su cauce con actividades artesanales e intenciones arquitectónicas más humildes y menos interesadas.

La cubrición del Darro 9/ 10, empresa iniciada en el siglo XVI en Plaza Nueva, desarrollada fundamentalmente en el siglo XIX y finalizada en los años 30´del siglo XX con el tramo final hasta su desembocadura en el río Genil, venía a paliar problemas de tipo práctico en detrimento del romanticismo y pintoresquismo de un entorno que la urgencia de la modernidad no quiso integrar. Con ella se anuló la imagen de una parte de la ciudad con abundantes estímulos estéticos que mutó en vía convencional y base para una ordenación espacial más favorable.

Con el cauce del río oculto se perdió carácter, singularidad e imagen identificativa de la romántica Granada tal como denunciaron artistas e intelectuales que defendían la imagen pintoresca y con encanto costumbrista de la Granada popular.

Como argumentaba Ángel Ganivet en 1896:

«Yo conozco muchas ciudades atravesadas por ríos grandes y pequeños: desde el Sena, el Támesis o el Sprée, hasta el humilde y sediento Manzanares; pero no he visto ríos cubiertos como nuestro aurífero Darro, y afirmo que el que concibió la idea de embovedarlo la concibió de noche: en una noche funesta para nuestra ciudad. El miedo fue siempre mal consejero, y ese embovedado fue hijo del miedo a un peligro, que no nos hemos quitado aún de encima. En todas partes se mira como un don precioso la fortuna de tener un río a mano; se le aprovecha para romper la monotonía de una ciudad: si dificulta el tráfico, se construyen puentes de trecho en trecho, cuyos pretiles son decorados gratuitamente por el comercio ambulante, en particular por las floristas; y si amenaza con sus inundaciones, se trabaja para regularizar su curso; pero la idea de tapar un río no se le ha ocurrido a nadie más que a nosotros, y se nos ha ocurrido, parecerá paradoja, por la manía de imitar, que nos consume desde hace una porción de años» 11.

8. La bóveda del río ha sufrido reventones en numerosas ocasiones por fuertes avenidas de agua como la que tuvo lugar en Puerta Real en el año 1951.

9. Juan Manuel Barrios Rozúa, Guía de la Granada desaparecida, Granada, Editorial Comares, 1999.

10. Ángel Isac, Historia urbana de Granada, Granada, Publicaciones Diputación de Granada, 2007.

11. Ángel Ganivet, Granada la bella, (edición de Fernando García Lara y estudio preliminar y notas de Ángel Isac), Granada, Diputación Provincial y Fundación Caja Granada, 1996.

Además de la presencia visual del agua, con la ambiciosa intervención se eliminaron algunos puentes y se ocultaron a la vista otros. Así, los puentes de Santa Ana (o del Cadí), de los Baños de la Corona (o de los barberos, o de los leñadores), de San Francisco (o de los zapateros, gallinería o de los sastres), del Carbón (o nuevo), del Álamo (o de los curtidores), de la Paja (o del rastro, o de las comedias), de Castañeda y de la Virgen 12; pasaron a formar parte del recuerdo del río urbano que fue.

De los puentes citados, con las obras acometidas entre los años 1854-1884, desaparecieron los siguientes: Puente del Cadí, Puente de los Zapateros, Puente Nuevo y Puente del Álamo, conservándose bajo las bóvedas del Darro los puentes del Baño de la Corona y de los Pescadores, al igual que restos de las tintorerías y tenerías musulmanas, entre otros 13.

Tal vez a día de hoy tales propuestas no se plantearían o, si lo hiciesen, no estarían exentas de polémica, reflexión y discusión.

3. La percepción y vivencia del Darro oculto en la Granada actual

De cualquier modo, la historia es la que es y pese a que podríamos imaginar la ciudad con el resurgimiento del cauce y sus márgenes a la luz, y las profundas transformaciones que esto conllevaría en la estructura urbana de la Granada presente, hay que admitir la no-presencia del río y buscar en su situación actual de exclusión la oportunidad de un conocimiento diferente y una experiencia perceptiva nueva: ciudad bajo la ciudad.

Frente a las interesantes propuestas de recuperación del río que podrían plantearse, de todo punto utópicas a día de hoy, está la asunción del legado, sea éste resultado de intervenciones hechas con mayor o menor acierto en su momento, y está la consideración de que hay tanta historia en lo oculto como en lo visible, tanto interés en lo atinado como en lo fallido por ser reflejo de un momento y una sociedad determinados.

Su potencial como recurso paisajístico y de ocio es manifiesto en sus tramos visibles y también en los ocultos, que esconden la vida de un río y de unos vestigios que son también ciudad pese a que la misma sea aparentemente ajena a ellos. Potencial que puede aprovecharse con recorridos o paseos controlados por él que permiten vivir un mismo contexto con dos pulsos diferentes: la ciudad de la superficie y la ciudad latente bajo rasante. La realidad presente del mismo invita, por ello, a vivirlo desde nuevas perspectivas y experiencias controladas mediante lo que se podría llamar espeleología urbana ofreciendo un conocimiento insólito y tangible de la Granada que fue bajo la que es hoy. Su visita permite ver la historia congelada y la vida callada bajo la bóveda y la constatación de que la ciudad mostrada a la luz es sólo una de las muchas que coexisten a la vez. Evidencia ésta patente también, entre otras, en las visitas a los refugios de guerra, a las galerías subterráneas de minas en desuso, a los pasadizos defensivos y de huida, a las redes de alcantarillados, a las ciudades subterráneas de la Capadocia, las tramas bajo tierra de Edimburgo, Toronto o Berlín, las catacumbas romanas, las galerías mortuorias parisinas o el recorrido temático por

la Alhambra subterránea que tanto completa el conocimiento sobre ella.

12. http://granadapedia.wikanda.es/wiki/Los_puentes_desaparecidos_del_río_Darro

13. Antonio Orihuela Uzal, «Restos de la Granada islámica ocultos por las bóvedas del río Darro», Al- Qantara, XIV, fasc. 2, 1993, p. 293-309.

El Darro embovedado es, por tanto, una oportunidad única de reinterpretación y reciclado de un no-lugar, en un tiempo en el que las vivencias curiosas y alternativas a los flujos habituales y reconocibles de lo urbano, son un reclamo cultural y de ocio.

Sin embargo, convertir este no-lugar en lugar, es decir, en ámbito de experimentación humana, es complicado por las condiciones propias del recorrido y la naturaleza del mismo. Su visita requiere del concurso de la voluntad de los entes administrativos y del diseño de propuestas de utilización sostenibles y garantes de la seguridad, mantenimiento y accesibilidad, que hagan viable esta iniciativa para la que han mostrado interés tanto empresas locales como ciudadanos atraídos por explorar todos los rincones de la ciudad e interaccionar con ella desde todas las ópticas posibles.

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Entrada al embovedado del río Darro en la Carrera del Darro. (Fuente: Fotografía de Antonio García Bueno, Granada, 2014)


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Vestigio de la acequia que daba riego al antiguo convento junto a Plaza Bibrambla. (Fuente: Fotografía de Antonio García Bueno, Granada, 2014)

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Espeleología urbana: Visita al río Darro embovedado. (Fuente: Fotografía de Antonio García Bueno, Granada, 2014)



Francisca Asensio Teruel Francisco José Ibáñez Moreno Antonio García Bueno



Más información en: www.antoniogarciabueno.com

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